El cine, antes de la llegada de la televisión, ofreció una nueva forma de adentrarse en mundos imaginarios y reales a través de imágenes en movimiento y técnicas de iluminación, escenográficas, musicales, sonoras y de edición.
En su recorrido histórico, el cine ha servido como herramienta propagandística, informativa y de entretenimiento. El cine es parte del periodismo, de su desarrollo, particularmente a través del cine documental, el cual facilita al espectador una experiencia sensorial que el lenguaje escrito no puede lograr.
El documental, como el cine, exige un ejercicio de colaboración, de trabajo en equipo. El creador selecciona imágenes y otros elementos para que la audiencia sea parte de una historia, de la vida de una persona, de una comunidad o una situación específica en la humanidad.
El cine documental es más que números fríos, documentos, hipótesis y testimonios, uno de los pecados recurrentes del periodismo escrito.
Werner Herzog, en una entrevista con Gonzalo Lira para La Jornada y con motivo de su película Family Romance LCC, habla sin rodeos:
En una multitud, un hombre encuentra a una joven y le dice que es su padre, parte de la cinta del realizador alemán. Foto Lena Herzog / La Jornada
“El cine documental se debe alejar de esa idea, se debe divorciar del periodismo y de los hechos concretos, porque debe adaptarse a la experiencia cinematográfica. Esa razón es por la que la gente reacciona tan bien a mis documentales”.
El documental no sólo es denuncia ni investigación. Es arte combinado con técnica, un lenguaje que sigue reglas dictadas por la misma historia y que responde ante todo a una necesidad narrativa. Y como dice Herzog, debe “adaptarse a la experiencia cinematográfica”.
El reportero halla en el cine documental un aliado para expresar su visión sobre un hecho, con sus miedos, obsesiones, etcétera. Es importante conocer, sentir otros elementos, alejarse de la frialdad de los números, de los datos, de la hoja en Excel. Un buen periodista no tiene por qué ser un buen documentalista, pero lo puede intentar.
Pero eso no significa que el rigor y el método estén exentos al realizar un documental. La forma, el cómo contar una historia se moldea por la mirada de quien guía el proyecto, y se enriquece por su experiencia.
El documental es una caja de recursos para transformar un suceso x en una pieza narrativa con unidad propia.
Diego Enrique Osorno, periodista y documentalista mexicano, brinda luz para saber qué pueden aprender los documentalistas del periodismo y viceversa, pues es un reportero que encontró en el documental una manera de narrar sin tapujos historias que serían imposibles en el papel.
En una entrevista para Fic Monterrey, el 19 noviembre de 2020, Osorno cuenta que “el periodismo es su centro de gravedad”. Y no es para menos, pues él es un buen ejemplo de un periodista que se volvió documentalista porque así lo requería la historia que deseaba narrar.
“Lo que me gusta es contar historias, es el oficio del reportero. Y como reportero, participo en producciones en donde, a veces, soy el creador de la serie de ficción o en proyectos donde yo escribo un guion para un documental o una película de ficción; o como reportero dirijo un documental, o dos, o como reportero hago un podcast, ésa es mi partida siempre”.
Sus documentales le han permitido a Osorno profundizar en las historias que le surgen de las entrañas; es de esos reporteros que, al no hallar una respuesta en la crónica o reportaje, indagan en el lenguaje audiovisual buscando otras maneras de contar.
“Me gusta creer que las historias surgen de lugares del cuerpo. De las entrañas: el libro sobre la ABC (Nosotros somos los culpables, Grijalbo, 2010) surgió de una rabia que yo sentía por lo que había ocurrido. Ocurre del pecho, de una parte emotiva. El (documental) de Samuel (Vaquero del mediodía, febrero de 2020) surge del pecho, desde las emociones”, comparte.
“Lo más importante o lo más peculiar de este documental, de Vaquero del mediodía, es que es la primera historia que yo me imaginé que tenía que contar en un formato audiovisual. En El Alcalde yo escribí un texto y después se dieron esas circunstancias. Justo estábamos haciendo El Alcalde y empecé a buscar a Samuel, me empecé a familiarizar con el lenguaje visual”.
Agrega que es muy importante la creación, que el origen nazca de algo íntimo. En el cine documental, no suele trabajarse bajo métodos científicos ni hipótesis, sino que su proceso es más cercano a la creación artística.
“Yo tengo mucho respeto por las historias que me interesan y cómo he aprendido a narrar en esos distintos formatos. A veces no dirijo ciertas historias porque siento que no las puedo dirigir y las escribo, y alguien más las dirige. No tengo ese empacho”.
A eso, Osorno le llama “un compromiso más radical con las historias”.
Carlos Underwood
Foto de Joseph Redfield en Pexels