Expansión: Hace falta tecnología, un modelo de negocio claro e invertir en las redacciones para producir contenidos de calidad que convenzan a los usuarios de que merece la pena pagar por ellos.
El 4 de diciembre de 2016, Edgar Maddison Welch entraba en la pizzería Comet Ping Pong de Washington para reivindicar los 15 minutos de gloria a los que, según Andy Warhol, todos tenemos derecho en la vida. Lamentablemente, Maddison llegó disparando al restaurante, dispuesto a desmantelar lo que consideraba el epicentro de una presunta red de pedofilia ligada a Hillary Clinton, entonces candidata a la presidencia de Estados Unidos y competidora de Donald Trump. La extraña fuerza que impulsaba a Maddison era una cadena de noticias falsas que le hicieron creer que formaba parte de una fuerza armada cargada de buenas intenciones. Todo este embrollo grotesco recibió el nombre de Pizzagate.
Mark Thompson, CEO de The New York Times, utilizó este retorcido caso para defender el periodismo de pago frente a las fake news. En una conferencia, celebrada en el Detroit Economic Club, aseguraba que «los ciudadanos preocupados por las noticias falsas deben predicar con el ejemplo y han de invertir en aquello que consideran confiable. La audiencia que compensa es aquella que exige tener acceso cada día a información real y de calidad para formar su juicio acerca de lo que ocurre en el mundo. El periodismo real es decisivo para la democracia. Y hay que pagar por él».